Yo celebro el Día de los Abuelos cada día. ¿Te preguntas por qué?
Porque los tengo en los colores de un atardecer y me acompañan en cada paso entrando a la Plaza del Obradoiro. Están en las flores del rosal y en los colores de las mantas de ganchillo. Están en la copotona y en el cocido en cualquier estación. Están en el trillo, en la hoz y en las cántaras de leche.
Son las estrellas fugaces que bailan en verano. Son el nombre de este proyecto, mi empujoncito y el abrazo seguro al que vuelvo cuando necesito paz. Son cada noche de verano al fresco. Son los gestos de mi sobrino. Son el algodón de las nubes que me acompaña cuando viajo. Son los aprendizajes que me enseñaron y ahora grito con orgullo.
Porque les debo lo que soy y lo que siento. Les debo mi sensibilidad y mis ganas de crecer, explorar y seguir. Les debo vivir en la ciudad más bonita del mundo…
Gracias, abuelos.
Fuisteis, sois y seréis el regalo de mi vida.